Diseñadora gráfica, directora de arte y, últimamente, exploradora del universo IA —sin perder el amor por lo manual, lo artesanal y lo humano.

Me muevo entre lo plástico, lo racional y lo pasional. Tengo una extraña pero funcional obsesión por los moodboards. Los uso para todo: proyectos, conceptos, ideas vagas, mudanzas, cambios de armario y, a veces, decisiones existenciales. Para mí, un moodboard no es solo una herramienta: es una forma de pensar visualmente, de organizar el caos, de contar historias sin necesidad de palabras. Es mi brújula estética, mi forma de enfocar cada proyecto desde la emoción y la coherencia.

Porque antes de diseñar, necesito mirar, combinar, sentir texturas, imaginar atmósferas. Y ahí empieza todo: en una pared llena de referencias, papeles, capturas, cerámicas, fotogramas de películas antiguas y tipografías con carácter.

Me inspiran los oficios antiguos, el diseño funcional con alma, las historias visuales que conectan y las imágenes que se quedan. El trabajo en equipo me encanta (con diálogo, referencias cruzadas y alguna carcajada de por medio). Y ahora, con la inteligencia artificial, sumo nuevas herramientas para explorar formas, narrativas y soluciones visuales con un pie en el futuro, pero sin soltar el pasado.

Diseño para comunicar, ordenar, emocionar y traducir ideas en imágenes con sentido. Y todo empieza con un buen moodboard.